Vinícius contra la liga

Vinícius es mucho mejor futbolista de lo que la mayoría pensaba hace solo dos temporadas. Su evolución ha sido buenísima y sus estadísticas acreditan el buen trabajo con los técnicos del Real Madrid en Valdebebas y por las tardes en su domicilio. El brasileño se va una y otra vez de sus rivales (exceptuando a Araujo) y termina los partidos en un nivel físico inalcanzable incluso para sus compañeros de equipo. Ahora mismo, a falta de menos de mes y medio para el final de la temporada, ya ha igualado los registros del pasado ejercicio: 22 goles y 10 asistencias. Solo hay algo en lo que Vinícius ha empeorado, o al menos no ha mejorado, su sobreexcitación en los partidos.
Es cierto que el brasileño recibe más patadas que nadie, algo lógico si es el que más veces intenta irse de sus rivales, y también lo es que los episodios de insultos racistas vividos recientemente no le han ayudado a calmarse. Es verdad que tiene más amarillas que muchos de los defensas que exhiben sus tacos ante él. Y también es verdad que soporta durante los partidos los pequeños empujones y encontronazos que te sacan de quicio cuando el corazón va a 170 pulsaciones. Todo eso, siendo un hecho semana tras semana, no es excusa para que su comportamiento sea capaz de dominarle, de llevar a la desesperación propia, de sus compañeros y de su entrenador.
Públicamente, todos le defienden. Pero el lenguaje gestual en el campo es muy distinto. Vinícius no está aprendiendo. Es joven, seguramente lo hará, pero por el camino está dejando un reguero de ira que no merece. Hace unos días compareció con los periodistas después de un partido y su semblante y sus mensajes eran los de un tipo relajado, feliz y satisfecho con su temporada. Para nada un jugador atormentado o altivo que mira por encima del hombro. El brasileño no parece mal tío y sus compañeros le quieren, por eso en los partidos acuden al rescate de sus batallas y sus careos.
Vinícius tiene un mérito tremendo. Ha superado lo peor: la cultura del meme cuando fallaba goles cantados. Ahora toca convencerle de que los defensas no van a por él por vicio, sencillamete es para que no pase con la pelota jugada. Nada más. El Real Madrid no debería abanderar esa cruzada contra los árbitros de LaLiga para alentar el supuesto maltrato a su futbolista. Él mismo atribuyó a la propia competición, a LaLiga, su amarilla de Montilivi ante el Girona. Quizá debería saber que esa es la misma competición que ganó el pasado año y que esta temporada ha perseguido, sin el apoyo de su club, a todos los que le han insultado en los diferentes campos de España.

Vinícius es mucho mejor futbolista de lo que la mayoría pensaba hace solo dos temporadas. Su evolución ha sido buenísima y sus estadísticas acreditan el buen trabajo con los técnicos del Real Madrid en Valdebebas y por las tardes en su domicilio. El brasileño se va una y otra vez de sus rivales (exceptuando a Araujo) y termina los partidos en un nivel físico inalcanzable incluso para sus compañeros de equipo. Ahora mismo, a falta de menos de mes y medio para el final de la temporada, ya ha igualado los registros del pasado ejercicio: 22 goles y 10 asistencias. Solo hay algo en lo que Vinícius ha empeorado, o al menos no ha mejorado, su sobreexcitación en los partidos.

Es cierto que el brasileño recibe más patadas que nadie, algo lógico si es el que más veces intenta irse de sus rivales, y también lo es que los episodios de insultos racistas vividos recientemente no le han ayudado a calmarse. Es verdad que tiene más amarillas que muchos de los defensas que exhiben sus tacos ante él. Y también es verdad que soporta durante los partidos los pequeños empujones y encontronazos que te sacan de quicio cuando el corazón va a 170 pulsaciones. Todo eso, siendo un hecho semana tras semana, no es excusa para que su comportamiento sea capaz de dominarle, de llevar a la desesperación propia, de sus compañeros y de su entrenador.

Públicamente, todos le defienden. Pero el lenguaje gestual en el campo es muy distinto. Vinícius no está aprendiendo. Es joven, seguramente lo hará, pero por el camino está dejando un reguero de ira que no merece. Hace unos días compareció con los periodistas después de un partido y su semblante y sus mensajes eran los de un tipo relajado, feliz y satisfecho con su temporada. Para nada un jugador atormentado o altivo que mira por encima del hombro. El brasileño no parece mal tío y sus compañeros le quieren, por eso en los partidos acuden al rescate de sus batallas y sus careos.

Vinícius tiene un mérito tremendo. Ha superado lo peor: la cultura del meme cuando fallaba goles cantados. Ahora toca convencerle de que los defensas no van a por él por vicio, sencillamete es para que no pase con la pelota jugada. Nada más. El Real Madrid no debería abanderar esa cruzada contra los árbitros de LaLiga para alentar el supuesto maltrato a su futbolista. Él mismo atribuyó a la propia competición, a LaLiga, su amarilla de Montilivi ante el Girona. Quizá debería saber que esa es la misma competición que ganó el pasado año y que esta temporada ha perseguido, sin el apoyo de su club, a todos los que le han insultado en los diferentes campos de España.